El trágico accidente en San Antonio, que cobró la vida de dos motociclistas tras chocar contra un camión retenido por la Patrulla Caminera, es un doloroso recordatorio de los riesgos que conlleva la imprudencia en nuestras rutas. Este episodio, que terminó con  cinco inspectores detenidos, expone una cadena de irregularidades y negligencias que no solo cuestionan la eficiencia de la institución, sino que ponen en grave riesgo la seguridad de todos los ciudadanos.

Lo primero que salta a la vista es la peligrosa y prohibida práctica de detener vehículos sobre la calzada. Aunque la retención del camión pudo haber sido justificada, hacerlo sin prever medidas básicas de seguridad —como señales visibles o luces de advertencia— es una grave negligencia que viola la Ley de Tránsito. Nadie en su sano juicio embestiría deliberadamente un vehículo detenido si se le advierte a tiempo. Este caso revela una alarmante falta de criterio y previsión por parte de los agentes de la Caminera, cuyas acciones, lejos de proteger, se convirtieron en un factor letal.

La pregunta inevitable es: ¿por qué realizar controles viales en zonas oscuras y de madrugada, cuando la visibilidad es limitada y el riesgo de accidentes es mayor? Hace poco, en Pedrozo, seis personas murieron en un accidente causado por un camión sobrecargado que recorrió casi 300 kilómetros pasando por varios puestos de la Caminera sin ser retenido. La falta de controles durante el día contrasta con estas intervenciones nocturnas, que al parecer más bien responden a otros intereses cuestionables que a la seguridad vial.

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Lamentablemente, este nuevo episodio solo oscurece la ya deteriorada reputación de la Patrulla Caminera, una institución que arrastra un largo historial de corrupción, prepotencia y falta de transparencia. Es una lamentable realidad que en lugar de garantizar la seguridad en las rutas, sus agentes parecen más interesados en recaudar mediante coimas que en hacer cumplir la ley.

Es momento de que las autoridades tomen decisiones drásticas para desterrar la corrupción y la negligencia de la Patrulla Caminera. La seguridad vial es esencial para la vida de una nación, y se necesita una transformación profunda para que la institución cumpla con su verdadero propósito: proteger la vida en las rutas y no perpetuar la fama de corrupción y negligencia, que finalmente desembocan en tragedias.