Cada vez que grupos de indígenas llegan a la capital, cierran alguna calle o hacen una manifestación, la preocupación de la opinión pública gira en torno a las comunidades nativas.
La solución parche para las autoridades es muy simple: presentan a los líderes nativos unas cuantas promesas, les entregan víveres, los suben a un camión y los devuelven a sus pueblos.
Esto, hasta que el problema explote nuevamente y que los compatriotas indígenas retornen a la capital para exhibir su miseria y se vuelva a repetir la historia.
De esta manera, la cuestión indígena se torna como la piedra de Sísifo para la sociedad paraguaya.
Hace una semana, agobiado por la incapacidad de solucionar los reclamos de los nativos, acampados nuevamente sobre la calle Artigas de nuestra capital, renunció el presidente del Instituto Paraguayo del Indígena (INDI), Omar Pico. Lo reemplazó en el cargo, Pablo Santacruz, un antiguo funcionario de la institución, de quien se espera que ya esté en conocimiento del compromiso que asume.
Esta semana, Santacruz mantuvo una reunión con la diputada Rocío Vallejos (PPQ-Central), “para abordar asuntos preocupantes como el notorio abandono que sufren los pueblos originarios en varios puntos del país y tratar mecanismos que acerquen soluciones tangibles a las necesidades que tienen”, según la información publicada en nuestra página.
Vallejos y Santacruz coincidieron que la prostitución y la drogadicción forman parte de una lamentable realidad entre jóvenes e incluso niños nativos y la sugerencia es hacer partícipe a instituciones especializadas para abordar el problema de forma conjunta.
El Indi es una institución que fue creada por la Ley 904/81, Estatuto de las Comunidades Indígenas, que en todo este tiempo (más de 40 años) ha demostrado ser absolutamente inservible para atender el problema de los nativos.
La población indígena es relativamente pequeña en Paraguay. De acuerdo a las estadísticas de 2017, se reduce a unas 122.461 personas. Es inconcebible que en más de 40 años, el Indi no pueda tener una estrategia definida para la atención de las necesidades de estas comunidades.
Está demostrado que los pueblos indígenas que reciben apoyo y acompañamiento están en otro nivel de vida. Así por ejemplo, los Aché de Puerto Barra (Alto Paraná), tienen 850 hectáreas de tierra, de las cuales el 50% es bosque, 250 está mecanizada y allí cultivan soja y maíz, además crían chanchos y producen también quesos para la venta y para el autoconsumo. Son considerados ejemplo de trabajo y progreso.
Experiencias similares se tienen con los nativos asentados en inmediaciones de las colonias menonitas del Chaco y de la zona de San Pedro, quienes llegaron inclusive a exportar sus cosechas. Estos casos muestran que cuando los nativos tienen acompañamiento, son capaces de desarrollar proyectos productivos que mejoran su nivel de vida.
Ante esta realidad, se debe plantear seriamente la continuidad del Instituto Paraguayo del Indígena, dada su absoluta inutilidad para atender un problema tan sensible para la sociedad paraguaya.
Tal vez sea la oportunidad para derivar esta tarea a otra institución decorativa e inservible como son las gobernaciones, para que sean las que se encarguen de dar soluciones en sus jurisdicciones a los reclamo de los pueblos originarios.