En sucesivos editoriales, hemos insistido sobre la necesidad de apoyar al sector agrícola, motor fundamental de nuestra economía y sustento de millones de familias paraguayas. Particularmente, hemos subrayado la importancia de rescatar y fortalecer la agricultura familiar campesina, la cual provee la mayoría de los productos frutihortícolas que alimentan nuestros hogares. La declaración de emergencia en el departamento de Concepción, a raíz de la prolongada sequía, deja una vez más en evidencia las deficiencias históricas en la asistencia a nuestros productores, quienes siguen enfrentándose a condiciones climáticas adversas sin el soporte adecuado.
El anuncio de la gobernadora Liz Meza, junto con la aprobación de la Junta Departamental de Concepción, de declarar el estado de emergencia debido a la acuciante sequía, resalta la gravedad de la situación. Se habla de alrededor de 10.000 productores afectados y millonarias pérdidas en cultivos esenciales como el poroto negro, la mandioca, el tomate, el maíz y frutas como la piña. Esta realidad hace necesaria una respuesta coordinada y efectiva urgente.
La situación generada por la falta de lluvias en Concepción además de resaltar la vulnerabilidad de nuestros agricultores frente a los caprichos del clima, saca también a la luz la falta de infraestructura y planificación que debería mitigar estos impactos. En un país como Paraguay, con tierra fértil y abundante agua, resulta inaceptable que padezcamos problemas de irrigación. Las tecnologías para asegurar una producción agrícola de calidad bajo condiciones adversas ya existen. Lo que falta es una implementación efectiva de sistemas de riego y protección contra heladas que permitan a nuestros agricultores producir de manera eficiente y sostenible.
Este tipo de situaciones adversas deben marcar un antes y un después en nuestras políticas agrarias. Es vital que no solo los agricultores de Concepción, sino de todo el país, puedan contar con las herramientas y el apoyo necesario para enfrentar y superar las inclemencias del tiempo. Así, se garantizará que los consumidores también tengan asegurados en su mesa productos nacionales de calidad.
La agricultura familiar campesina es el pilar de nuestra seguridad alimentaria y un componente esencial de nuestra identidad nacional. Rescatar y fortalecer este sector no es solo una obligación moral, sino una necesidad estratégica para el desarrollo sostenible de Paraguay. Es momento de actuar con determinación y previsión, asegurando que nuestros agricultores no sigan siendo víctimas del clima, sino protagonistas de un futuro agrícola resiliente y desarrollista.